escribir para sobrevivir


Lucía (la hija de Joyce) terminó psicótica, murió en 1962 internada en una clínica suiza. Joyce nunca quiso admitir que su hija estaba enferma y trataba de impulsarla a salir, a buscar en el arte un punto de fuga. Una de las cosas que hacía Lucía era escribir. Joyce la impulsaba a escribir. Leía sus textos, y Lucía escribía, pero a la vez se colocaba cada vez en situaciones difíciles, hasta que por fin le recomendaron a Joyce que fuera a consultar a Jung.
Estaban viviendo en Suiza y Jung, que había escrito un texto sobre el Ulises y que por lo tanto sabía muy bien quién era Joyce, tenía ahí su clínica. Joyce fue entonces a verlo para plantearle el dilema de su hija y le dijo a Jung: ‘Acá le traigo los textos que ella escribe, y lo que ella escribe es lo mismo que escribo yo’, porque él estaba escribiendo el Finnegans Wake, que es un texto totalmente psicótico. (…) Entonces Joyce le dijo a Jung que su hija escribía lo mismo que él, y Jung le contestó: ‘Pero allí donde usted nada, ella se ahoga.’ Es la mejor definición que conozco de la distinción entre un artista y… otra cosa, que no voy a llamar de otro modo que así.

El arte de la natación. En efecto, el psicoanálisis y la literatura tienen mucho que ver con la natación. El psicoanálisis es en cierto sentido un arte de la natación, un arte de mantener a flote en el mar del lenguaje a gente que está siempre tratando de hundirse. Y un artista es aquel que nunca sabe si va a poder nadar: ha podido nadar antes, pero no sabe si va a poder nadar la próxima vez que entre en el lenguaje.» (de la escritura)

Ricardo Piglia, «Los sujetos trágicos (Literatura y psicoanálisis)» en Formas breves. Barcelona, Anagrama, 2000.


(de amigoslibreriaxoroi.com)

Foto hecha por mí 🙂