Foto de Brandt Marshall
Placeres
«Donde están tu nombre y tu calle y tu desvelo, si la cifra se mezcla con las letras del sueño,
si solamente estás donde no te busco…….»
Julio Cortázar
La vieja dama se estiró como una gata, cerrando los ojos a la luz que entraba por los ventanales de su enorme ático.
Abajo, la calle dormía en esa mañana de domingo.
Con pereza, se arrastró hasta la terraza y contempló la avenida desde su cielo privado.
Se sentía feliz en ese reducto casi secreto.
El último piso de un viejo edificio al que no llegaba el ascensor.
Los fines de semana el silencio lo invadía todo.
Solo unas escaleras y una puerta casi disimulada.
Al abrirla el pequeño e imprevisto paraíso: un espacio abierto sin paredes ,colores cálidos bien combinados; un enorme jacuzzi pegado a los cristales de la terraza y cantidad de plantas, muebles de estilo, un aire de lujo..
La vieja dama sabía sacar partido a los sentidos: vista olfato tacto, quizás como contrapartida del dolor de los recuerdos y de alguna parte de su presente.
Había elegido un rol de hetaira, dejando atrás el de madre y mujer.
Poder económico, poder sensual y una autoestima que imprimía un aire juvenil a sus arrugas indisimulables a pesar de la cirugías.
Penaba viejos dolores y culpas no declaradas, pero ningún arrepentimiento.
Miró el reloj…..tenía el tiempo justo para desayunar y llegar al aeropuerto t a recibir a su amante, su eterno amante.
Quince años menor , sin un duro, casado.
Una historia de amor; si fuera posible definir el amor.
No se lo planteaba; era un ilusión que la mantenía con vida y le daba sentido a sus placeres solitarios.
Hacía ya 22 años que se conocían, él era aún un crío y ella una profesional ya instalada cuando se cruzaron por causalidad…que no por casualidad como ocurre siempre con todos los encuentros.
Nueve años de distanciamiento en el que entraron matrimonios, hijos, divorcios, no hicieron mella en el recuerdo de esos espacios que recreaban cada tanto.
Imágenes sueltas ocupan su mente mientras toma su segundo café negro cargado, amargo y enciende el primer cigarrillo del día.
En 22 años contaba apenas dos meses compartidos, sumando días con la «escapada» para conocer a sus padres; ese viaje, ocupaba un lugar preferencial en sus recuerdos.
Las imágenes vuelven mientras se viste: jeans ajustados, una camisa Versace que remarca sus pechos siliconados y su buena figura, bijouterie en cantidad ….se observa de reojo en el espejo.
No puede evitar temer la mirada de él.
¿Y si el deseo se acabara?
Por suerte, tiene un as en la manga: él depende de ella para conseguir un trabajo que
cambiaría su vida .-
Ahora que sus hijos ya casi están por comenzar sus estudios universitarios necesitará su ayuda más que nunca, sus contactos; sabe que a él le interesa introducirse en su mundo: ese mundo de apariencias y status.
Pero también sabe que a estas alturas, también lo hace sentirse más hombre en ese territorio en el que no valen los círculos sociales sino la complicidad de la piel y ella lo eleva hasta donde nadie ha logrado para luego sumirlo en las profundidades sensuales más oscuras, sabe donde, cuando y cómo y ese poder es áun mayor que el material.
Es un regalo mutuo, basado en un intercambio transformador, labrado a fuerzas de experiencias compartidas.
Coloca las velas cerca del jacuzzi.
Controla el refrigerador, las bebidas frías y pequeñas delicias de chocolate.
El escenario está preparado.
Revisa su bolso, una mirada de reojo al espejo.
Y sale golpeando la puerta con fuerza.